Bogotá.

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Cundinamarca

Cundinamarca, una región central de Colombia, es rica en historia y diversidad cultural. Originalmente habitada por el pueblo Muisca conocidos por su avanzada organización social y sus habilidades en orfebrería y tejido, la región fue testigo de la ambición de los conquistadores, la que Gonzalo Jiménez de Quesada en 1.537 inició con la conquista del área, fundando la ciudad de Santafé en el siglo XVI, liderada  también por figuras como Nicolás de Federmann y Sebastián de Belalcázar. Estos conquistadores, atraídos por las leyendas de El Dorado y los recursos naturales como la sal y la plata, fundaron lo que hoy conocemos como Cundinamarca. La región de Cundinamarca, con su capital en Bogotá, ha sido testigo de una historia que se remonta a tiempos precolombinos. Con la llegada de Gonzalo Jiménez de Quesada en 1.537 comenzó un periodo de conquista que resultó en la fundación de Santafé de Bogotá y la búsqueda de El Dorado. A lo largo de los siglos, Cundinamarca ha sido escenario de importantes eventos históricos, incluyendo su papel central en la lucha por la independencia de Colombia y la formación de la República de la Gran Colombia. En 1.811 Cundinamarca se estableció como un estado independiente, aunque brevemente, antes de ser absorbida por la federación colombiana. Con el tiempo, la región se convirtió en un importante centro político y económico, especialmente durante la época de la Gran Colombia y los años posteriores a la independencia. Hoy, Cundinamarca cuenta con 116 municipios y sigue siendo un área vital para el país, manteniendo un equilibrio entre su rica herencia histórica y su desarrollo moderno. La región ha experimentado transformaciones significativas desde su fundación, pasando de ser un punto focal de la colonización española a convertirse en el corazón político y cultural de la nación. La historia de Cundinamarca es un reflejo de la historia de Colombia, marcada por la resistencia, la resiliencia y la búsqueda constante de identidad y progreso.

También la historia de los Muiscas en Cundinamarca es una fascinante crónica que se remonta a tiempos precolombinos, donde esta civilización floreció en lo que hoy conocemos como el altiplano Cundiboyacense y en la parte sur de Santander. Conocidos también como Chibchas, desarrollaron una sociedad compleja y organizada, destacándose en la agricultura, el comercio y sobre todo en la orfebrería, dejando un legado artístico incomparable. La cosmogonía Muisca, rica en mitos y leyendas, narra la creación de su mundo a partir de la oscuridad primigenia, similar a la teoría del Big Bang, pero interpretada a través de la luz inaugural de la Madre Abuela Bague. Personajes legendarios como Bachué, la madre de la nación Muisca, emergen de la laguna de Iguaque con un niño en mano, simbolizando el inicio de su linaje. La llegada de Bochica, el mensajero de los dioses, marcó un antes y un después en la historia Muisca, enseñando principios morales, leyes y diversas artes. La estructura social Muisca estaba liderada por caciques y sacerdotes, quienes gobernaban y defendían sus territorios con habilidad y estrategia. La religión Muisca era politeísta, adorando al sol y la luna, entre otros dioses, y realizando ofrendas en lugares sagrados considerados portales a otros mundos. La famosa leyenda de El Dorado, que atrajo a conquistadores de todo el mundo, tiene sus raíces en las ceremonias Muisca donde se ofrecían tesoros al lago Guatavita. A pesar de la conquista y los cambios que trajo, la influencia Muisca perdura en la cultura colombiana, manteniendo viva la memoria de una de las civilizaciones más destacadas de América precolombina.

La vida cotidiana de los Muiscas estaba profundamente arraigada en una estructura social y económica bien definida, donde cada individuo tenía un papel específico que desempeñar. Los agricultores  eran la columna vertebral de la sociedad Muisca, responsables de cultivar alimentos esenciales como el maíz, la papa y los frijoles, que formaban la base de su dieta. Los artesanos, por su parte, se destacaban en la fabricación de herramientas, cerámica y tejidos, demostrando una habilidad y creatividad notables en su trabajo. Los guerreros tenían la tarea de proteger a la comunidad de amenazas externas, mientras que los sacerdotes ocupaban un lugar especial en la sociedad, actuando como intermediarios entre los Muiscas y sus dioses, y llevando a cabo ceremonias religiosas que eran fundamentales para mantener el equilibrio del universo según su cosmovisión. La organización política de estos era igualmente sofisticada, con caciques que gobernaban sobre diferentes territorios y que se encargaban de mantener el orden y la justicia dentro de sus comunidades. La economía Muisca se basaba en un sistema de trueque, donde los bienes y servicios se intercambiaban en un mercado vibrante y dinámico, reflejo de una sociedad altamente interconectada y dependiente del comercio. La relación con la naturaleza también era un aspecto crucial de la vida Muisca, ya que no solo dependían de ella para su sustento, sino que la veneraban, creyendo en la sacralidad de ciertos lugares naturales como la Laguna de Guatavita, asociada con la leyenda de El Dorado.

En cuanto a la vivienda, los Muiscas construían sus hogares con materiales disponibles en su entorno, como la madera y el barro, y los diseñaban para adaptarse al clima frío de la región andina donde residían. La vida familiar y comunitaria era central, con prácticas y rituales que fortalecían los lazos entre individuos y grupos, y donde la transmisión oral de conocimientos y tradiciones jugaba un papel vital en la preservación de su cultura. También eran conocidos por su profundo conocimiento astronómico, que les permitía no solo comprender y predecir fenómenos celestiales, sino también organizar su calendario agrícola y sus festividades en torno a estos eventos. Este conocimiento astronómico, junto con su habilidad en la agricultura, les permitía cosechar de manera eficiente y sostenible, respetando los ciclos naturales y asegurando la provisión de alimentos durante todo el año. La vida diaria de estos era un reflejo de una sociedad compleja y avanzada, con una rica tradición cultural que influenciaba cada aspecto de su existencia, desde la organización social y política hasta las prácticas religiosas y la relación con el medio ambiente. A pesar de los cambios traídos por la conquista, la influencia de los Muiscas sigue presente en Colombia, manteniendo viva la memoria de una civilización que dejó una huella indeleble en la historia de América precolombina.

La indumentaria de los Muiscas reflejaba su cosmovisión y su estrecha relación con la naturaleza, siendo un elemento distintivo de su cultura. Los tejidos, elaborados a mano con técnicas ancestrales, eran confeccionados principalmente de fibras vegetales como el algodón y la fique, así como de lana de alpaca y oveja, materiales que les proporcionaban abrigo frente al clima frío de las tierras altas andinas. Los colores empleados en su vestimenta, obtenidos de tintes naturales, incluían tonalidades como el blanco, el negro y el marrón, y cada color tenía un significado simbólico; por ejemplo, el rojo representaba la energía vital y la fertilidad, mientras que el azul simbolizaba el agua y el cielo.

Los diseños geométricos y las formas abstractas que adornaban sus prendas representaban elementos de la naturaleza, animales sagrados y deidades, reflejando así su espiritualidad y su interpretación del mundo que les rodeaba. La vestimenta variaba según el género: los hombres usaban una túnica larga conocida como "chamanto", atada alrededor del cuerpo, y pantalones anchos llamados "chumbes", complementados con sandalias de cuero. Las mujeres, por su parte, vestían una falda larga y ancha, el "chumbi", amarrada a la cintura, y blusas o camisas adornadas con bordados y tejidos coloridos.

Además de su funcionalidad, la vestimenta Muisca era un símbolo de estatus social y pertenencia a un grupo, con variaciones en los tejidos, colores y diseños según la posición social del individuo. Los accesorios también jugaban un papel importante, incluyendo collares, pulseras y tocados hechos con semillas, conchas marinas y plumas, que complementaban y enriquecían su atuendo. En la actualidad, algunos descendientes de los Muiscas continúan preservando estas tradiciones textiles, enseñando y practicando las técnicas de tejido y promoviendo su uso en festividades y eventos culturales, manteniendo así viva una parte esencial de la identidad Muisca.

Los tocados y accesorios de los Muiscas eran mucho más que simples elementos decorativos; encarnaban un profundo significado cultural y espiritual. Los tocados, a menudo elaborados con plumas de aves exóticas, eran símbolos de liderazgo y autoridad, utilizados principalmente por los caciques, quienes eran los líderes de la comunidad Muisca. Estos adornos no solo reflejaban el estatus social sino que también representaban la conexión espiritual con el mundo natural y los dioses.

Los adornos en la cabeza, como las diademas hechas de oro o cobre, eran exclusivos de los gobernantes máximos y simbolizaban su poder sobre la comunidad. Además, los Muiscas adornaban sus cabezas con tejidos coloridos y plumas, que representaban su vínculo con el mundo espiritual y la naturaleza. Por otro lado, los collares y gargantillas, que adornaban el cuello, eran considerados una parte sagrada del cuerpo y eran símbolos de estatus y riqueza. Las personas de alta posición social llevaban collares de oro, mientras que los de piedras preciosas eran reservados para los líderes más destacados.

Los adornos en la ropa, como hilos de colores, bordados y tejidos intrincados, tenían cada uno un significado específico, representando elementos como el sol, la luna o las estrellas, y eran considerados amuletos poderosos que protegían de los peligros y otorgaban fuerza. Estos adornos no solo comunicaban la identidad cultural de los Muiscas sino que también transmitían mensajes importantes dentro de la comunidad, relacionados con la jerarquía social y el estatus de cada individuo.

En resumen, los tocados y accesorios Muiscas eran una expresión de identidad, estatus y conexión espiritual, elementos fundamentales en la vida cotidiana y en las ceremonias de esta civilización precolombina. A través de estos objetos, los Muiscas manifestaban su cosmovisión y mantenían una comunicación simbólica con sus deidades y con el entorno natural que les rodeaba. 

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