Bogotá y la niebla del olvido

Bototá y la niebla del olvido

Así como los antiguos filósofos presocráticos que decían que uno nunca se bañaba en las mismas aguas de un río, el fluir de la vida y las sociedades va cambiando con el tiempo. Bogotá como todas las grandes ciudades ha cambiado a través del tiempo, y solo van quedando entre las brumas del olvido, hasta que los historiadores recurran a lo dejado por los que vivieron en su época, y así traten de recrear esos recuerdos de lo que es el comienzo de esta urbe. La que hoy vemos, no es la misma. Por la avenida de "Los Comuneros" o la calle sexta, se podía ver parte del antiguo río San Agustín, y por la avenida Jiménez con octava, por allá a finales de la década del sesenta, todavía se vislumbraba el caudal de las aguas del río San Francisco, muy cerca y al lado de lo que fue el edificio de la librería Buchholz; y que como tales estos afluentes fueron el comienzo y el final en parte de una cultura que cedió al mestizaje con los españoles, y quienes con la religión católica fueron los hacedores del desarrollo de una ciudad que en ese entonces se vislumbraba como un foco atractivo para los que llegaron a ella. El río San francisco llamado así por la agrupación religiosa franciscana adonde hoy existe dicha iglesia que separaba a la ciudad de sur a norte, mientras el río San Agustín por la calle sexta, entre las lluvias frecuentes, inundaba todo lo que sería el embrión de la futura ciudad, y que también fue llamado así, debido a la agrupación religiosa de los agustinianos que se instalaron en una de sus orillas, y que le fueron dando fama  por sus iglesias adonde se gestaron más de unas revueltas por la independencia de los españoles.

Puentes sobre el Río San Francisco

La carrera Décima moría en la calle décima con veintisiete sur, y por la avenida de los Comuneros apenas existía el centro policial que todavía está, e iba hasta la carrera 30, pero se veía el despoblado de los barrios que con el tiempo se abigarraron de construcciones de viviendas, ya que hasta hace poco eran extensiones de tierras baldías. Las casas de techo de barro y sus adoquines característicos, cedieron ante las construcciones de nuevas edificaciones, lo que hace que hoy el sector del centro de Bogotá en nada se parezca porque los hoteles que había también desaparecieron ante el levantamiento de los que hoy llamamos "Centros Comerciales", y porque el bullir del comercio que ha sido fuente del desarrollo comercial hizo que fueran desplazados desde el sector de la avenida Caracas con décima y once los terminales de los buses de transportes intermunicipales, muy a pesar que los vendedores ambulantes de comida y otras viandas nunca desparecieron del entorno ante la política de los destierros que hicieron las nuevas generaciones de alcaldes y gobernantes con unas nuevas políticas sobre el espacio público. La desaparición de la primitiva plaza de mercado que hubo en la calle 10 con 9a. hizo que la algarabía de los vendedores de mercado se trasladara hasta donde funcionó "La Plaza España" en la once con diecinueve o dieciocho, adonde se catapultó el emporio comercial de la ropa de segunda que subsistiría, a pesar que la plaza con sus vendedores tuvo que ser después trasladada hasta lo que es "La Central Mayorista de Abastos" en el barrio Patio Bonito, y que tampoco casi que no subsiste por la famosa inundación que hubo por mucho tiempo del río Bogotá, y cuyo afluente estaba tan contaminado que el olor nauseabundo impregnaba a los nuevos barrios que fueron surgiendo en sus alrededores, tras las invasiones que los mismos mercaderes de finca raíz y las invasiones en los márgenes de "El río Bogotá", remozaron con todos sus conflictos a la urbe.

El micro clima del centro de la ciudad en cierta medida por su cercanía a los cerros orientales. hacían que el frío calara hasta los huesos, tanto que a diario los aguaceros invadían toda la estancia, mientras podía estar haciendo sol en otras partes de la urbe, y que hacía que uno se movilizara entre la densa niebla y el frío, ya que era una población que estaba acostumbrada a andar entre la densidad de la brizna que se iba despejando entre el avanzar del día, y quienes al irse de paseo a otras regiones de Colombia o del mundo, hicieron que se les distinguiera por sus mejillas coloradas y  su hablar muy citadino, que también desapareció en parte porque la mayoría de los que viven en ella, ahora lo hacen sin el acento regional con que se distinguieron las diferentes regiones y culturas de nuestro país. El famoso rolo de antaño y su hablar con que tanto se les distinguió, pasó después al hablado que ahora conocemos los que vivimos más de treinta años en ella, y nos permite afirmar que un nuevo léxico y otras costumbres se han gestado en ese encuentro de culturas regionales y de otras partes del mundo, que a diario llegan para dar su forma de ser muy particular, que entre el ruido y el agite del tiempo pasa tan desapercibido, que solo nos damos cuenta en sus atardeceres tan característicos, que hasta "El chocolate santafereño"  a venido dando espacio a otras formas de esparcimiento ciudadano.

Tal vez, con el ritmo de crecimiento urbano hace que las gentes tengan ahora un idioma atonal, así como los que viven en Caracas y otras grandes metrópolis, que se diferencian muy bien de la manera de hablar de todo el territorio venezolano, o por que no los de Nueva York o cualquier otra gran urbe como lo son México o París, hagan lo mismo que la tonalidad de los bogotanos de ahora, que no es la misma de los que llegaron a vivir en esta, y todos a su vez con los años se les va distinguiendo por ese mismo acento atonal, que incluso fuera del país se les distingue como bogotanos, y que no es el mismo cachaco del que se hablaba, que incluso el colombiano se distingue por su forma cortes de hablar y tratar con los demás.

La desaparición de las viejas casonas a excepción de las de "El barrio de la Candelaria" y otras edificaciones  que por leyes expresas prohíben que sean tumbadas o reconstruidas sin el consentimiento de los entes gubernamentales que las protegen como patrimonio urbanístico de un país que está en mora de que en  toda Colombia se haga lo mismo, para impedir que la memoria de un país se pierda ante el auge del comercio urbanístico.

Las viejas casas que quedaron después del incendio y saqueo que se dió con el Bogotazo, y que produjo el advenimiento de un nuevo país que desplazó lo rural por el urbanno que hoy conocemos, muchas de ellas también terminaron destruidas como sucedió con la construcción de "El  Palacio de Justicia" que fue destruido y reconstruido nuevamente, o donde se construyeron en los alrededores de "El Parque de Santander" lo que hoy es "El Museo de Oro" y otras edificaciones que cambiaron el entorno, y por que no, lo mismo que sucedió cuando se construyó en ese tiempo el edificio más alto de Colombia, y que después se incendió: "Avianca". De esos recuerdos y otros más, que podrían ser del olvido, así es la Bogotá de hoy. 

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