Bogotá.

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Córdoba

Su nombre es un homenaje al ilustre general José María Córdova, conocido como el Héroe de Ayacucho, quien jugó un papel fundamental en las luchas por la independencia de Colombia, Perú y Bolivia. Este valiente militar, nacido en 1.799  se destacó por su liderazgo y valentía en batallas clave que definieron el curso de la historia en América del Sur. La región de Córdoba, con su capital Montería, se erige como un tributo viviente a su legado, reflejando en sus calles y su gente el espíritu de libertad y tenacidad que Córdova representó. El departamento de Córdoba, nombrado en honor al prócer José María Córdova, lleva la 'b' larga en su nombre. Este detalle ortográfico tiene sus raíces en un acto de homenaje y también en un error histórico. En un momento dado, el departamento fue llamado Córdova, con 'v', durante un gobierno, pero luego se corrigió para volver al nombre original con 'b' larga, que es el utilizado hasta hoy. Esta confusión se debe a que los primeros españoles de apellido Córdoba llegaron de Andalucía a la región de Antioquia, entre el XVII y XVIII y que por esta misma razón, el prócer fue bautizado con el apellido Córdoba, pero en su carrera militar, decidió cambiar la B de su apellido por la V de la victoria. 

Montería, la vibrante capital del departamento de Córdoba, se erige como un emblema de la región Caribe de Colombia. Con su icónico río Sinú serpenteando a través de la ciudad, invita a los visitantes y locales a disfrutar de sus encantadores bordes fluviales y parques ecológicos, donde la naturaleza y la urbanidad convergen en armonía. La ciudad es famosa por su hospitalidad y su rica cultura ganadera, reflejada en la arquitectura, la gastronomía y las festividades locales. Al caer la tarde, el malecón se llena de vida, ofreciendo un espectáculo de colores y sonidos de espíritus alegres  y acogedor es  de sus habitantes. Antes de la conquista española  la región estaba habitada  por indígenas de las familias Caribe y Arawak, con los Zenúes destacándose como una de las culturas más prósperas de América. La historia del litoral cordobés es un fascinante relato de exploración  y conquista que se remonta al inicio del siglo XVI en una  seriede eventos y culturas que se entrelazan a lo largo del tiempo. La llegada de Alonso de Ojeda, un compañero de Cristóbal Colón, junto con la de otros conquistadores como Francisco Pizarro, quien más tarde conquistaría el Imperio Inca, y Martín Fernández de Enciso, un importante jurista y explorador, fortaleció la presencia española en la región. Fernández de Enciso, en particular, es recordado por su expedición río adentro por el Sinú en busca de riquezas, lo que demuestra la determinación y el espíritu aventurero de estos primeros exploradores, aunque Rodrigo de Bastidas, navegante español, fue el pionero en reconocer esta región en 1501 marcando el comienzo de una era de descubrimientos y asentamientos europeos en la zona. Su llegada a la bahía de Cispatá y el descubrimiento de las bocas del río Sinú, así como de las islas Fuerte y Tortuguilla, abrieron el camino para  futuras expediciones y la eventual colonización del territorio. 

La fundación de poblaciones como Chimá en 1.573, San Andrés de Sotavento en 1.600  Los Córdobas en 1.621 y Momil en 1.693, son testimonios de la expansión y el establecimiento de la influencia española en el Caribe colombiano. Estas poblaciones no solo sirvieron como centros de administración y comercio, sino que también se convirtieron en el hogar de una mezcla de culturas, donde las tradiciones indígenas y españolas se entrelazaron para formar la identidad única de la región. Durante este período, Córdoba formó parte de la Provincia de Cartagena, una de las divisiones administrativas del Imperio español en América. La provincia jugó un papel crucial como punto de acceso al continente y como centro de comercio y defensa contra los ataques de piratas y potencias extranjeras. La rica historia de Córdoba es un reflejo de los complejos procesos de exploración, conquista y colonización que dieron forma a la América Latina de hoy. 

La colonización en las poblaciones indígenas de Córdoba tuvo un impacto profundo y multifacético, marcado por la imposición de un nuevo orden social, económico y cultural. La llegada de los colonizadores españoles significó una transformación radical del modo de vida de los pueblos originarios, quienes enfrentaron un proceso de sometimiento y desplazamiento que alteró irreversiblemente sus estructuras comunitarias. La implementación del sistema de encomienda, que otorgaba a los colonizadores españoles el derecho a cobrar tributos y exigir servicios personales de los indígenas, resultó en una explotación laboral extrema y la usurpación de tierras ancestrales. Este sistema no solo despojó a los indígenas de su autonomía y recursos, sino que también los sometió a una dinámica de trabajo forzado que los alejó de sus prácticas agrícolas y culturales tradicionales. La encomienda, bajo escaso control oficial, dejó a los indígenas en una posición vulnerable, sujetos a abusos y a una supervivencia precaria. Además, la formalización tardía de las tasas tributarias permitió que la prestación de servicios personales persistiera como método de tributo hasta bien entrado el siglo XVII prolongando así el impacto de la colonización sobre las comunidades indígenas. La colonización también trajo consigo enfermedades para las cuales los indígenas no tenían inmunidad, causando una disminución drástica en la población. Este declive demográfico, combinado con la fragmentación de las estructuras sociales y la pérdida de territorio, debilitó la resistencia indígena y facilitó la consolidación del dominio colonial. La introducción de la ganadería y la agricultura a gran escala transformó el paisaje y los ecosistemas locales, lo que tuvo un impacto duradero en la biodiversidad y en los modos de subsistencia de los pueblos originarios.

A pesar de estos desafíos, los pueblos indígenas de Córdoba mantuvieron formas de resistencia y adaptación, preservando aspectos de su identidad cultural y lingüística. Con el tiempo, se produjo una fusión de elementos indígenas y españoles, dando lugar a una rica herencia cultural que se refleja en la gastronomía, el arte y las tradiciones de la región. Sin embargo, es importante reconocer que el legado de la colonización sigue siendo un tema complejo y delicado, con repercusiones que perduran hasta el presente en las comunidades indígenas de Córdoba y en la sociedad en general. La preservación de las tradiciones culturales indígenas en Córdoba es un proceso dinámico y multifacético que involucra la participación activa de las comunidades, el apoyo gubernamental y la conciencia social. Las comunidades indígenas, como los Zenúes, han mantenido vivas sus prácticas ancestrales a través de la transmisión oral de sus mitos, leyendas y conocimientos, así como mediante la práctica de rituales y festividades que reflejan su cosmovisión y valores.

El arte y la artesanía son también medios poderosos para la conservación de la cultura, con técnicas tradicionales de tejido, cerámica y tallado que se transmiten de generación en generación. Estas habilidades no solo representan una forma de expresión artística, sino que también son una fuente de sustento económico para muchas familias. Además, la gastronomía indígena, con sus recetas y métodos de preparación únicos, es otra forma de preservar y celebrar la herencia cultural. En el ámbito educativo, hay esfuerzos para incluir la lengua y la historia indígenas en los currículos escolares, lo que ayuda a fomentar el respeto y el conocimiento de estas culturas entre las nuevas generaciones. Los resguardos indígenas, que son territorios legalmente reconocidos, proporcionan un espacio para que las comunidades indígenas puedan vivir de acuerdo con sus tradiciones y administrar sus recursos de manera autónoma. 

Las organizaciones indígenas y los líderes comunitarios desempeñan un papel crucial en la defensa de los derechos indígenas, la tierra y la cultura. A través de la movilización y el activismo, buscan garantizar que las políticas gubernamentales reflejen y protejan las necesidades y deseos de las comunidades indígenas. La colaboración con instituciones académicas y ONGs también ha permitido documentar y promover la riqueza cultural indígena, asegurando que su legado no se pierda en el tiempo. Eventos culturales, como festivales y exposiciones, ofrecen plataformas para que los artistas y artesanos indígenas muestren su trabajo y compartan su cultura con un público más amplio. Estos eventos no solo celebran la diversidad cultural, sino que también educan al público sobre la importancia de preservar estas tradiciones.

Montería, la capital del departamento de Córdoba en Colombia, tiene una historia fascinante que se remonta a la época precolombina, cuando era habitada por los indígenas Zenúes. La ciudad fue fundada oficialmente el 1 de mayo de 1.777 por Antonio de la Torre y Miranda, aunque en muchas fuentes documentales aparece Juan de Torrezar Díaz Pimienta como su fundador. Este último, siendo gobernador de Cartagena, ordenó la fundación y refundación de poblaciones en la provincia, especialmente en las zonas de los ríos Sinú y San Jorge, y comisionó a De la Torre y Miranda para tal fin. También ha pasado por varias etapas significativas en su desarrollo, desde su fundación y letargo hasta principios del siglo XX  seguido por los tiempos del pabilo y el mechero hasta 1.952  y luego dos periodos de auge que la llevaron al presente. Hoy en día, es reconocida como un importante centro comercial y universitario, y es conocida por su feria de la Ganadería durante el mes de junio, reflejando su título como la capital ganadera de Colombia. Además, su ubicación a orillas del río Sinú le ha valido el apodo de "La Perla del Sinú".

Alberga varios lugares históricos que son testimonio de su rica herencia cultural. Uno de los más destacados es la Catedral de San Jerónimo, un ícono arquitectónico y espiritual en el corazón de la ciudad. La Ronda del Sinú, una avenida ecológica a orillas del río Sinú, es otro lugar emblemático que ofrece un espacio para la recreación y el encuentro con la naturaleza y la cultura local. Los planchones, tradicionales balsas que cruzan el río, ofrecen una experiencia única y conectan con la historia viva de la ciudad. El Pasaje del Sol es conocido por su vibrante vida nocturna y su variedad de ambientes musicales, reflejando la alegría de la región. Además, el Monumento a María Varilla, dedicado a un personaje legendario del folclor local, y el Museo Zenú de Arte Contemporáneo, que preserva y difunde la historia y el arte de la cultura indígena Zenú, son sitios de gran valor histórico y cultural. Estos lugares, junto con otros puntos de interés, hacen de Montería un destino fascinante para quienes buscan entender y experimentar el legado histórico de Colombia.

María Barilla, cuyo nombre real era María de los Ángeles Tapias, es una figura emblemática en la cultura del Caribe colombiano, particularmente en la región del Sinú. Nacida en 1. 887 en Ciénaga de Oro y fallecida en 1. 940 en Montería, su vida se entrelaza con la historia y el folclor de esta zona. Aunque su apellido original parece haber sido Tapias, es conocida popularmente como María Barilla, un nombre que resuena con fuerza en la tradición oral y musical de la región. Su madre, Evangelina Tapias, tuvo una influencia significativa en los primeros años de su vida, especialmente en su conexión con la cultura popular y los aires musicales propios del Sinú. Recordada como una bailarina excepcional, cuya habilidad para el fandango y el porro trascendió en la cultura Caribe. Su talento natural para el baile y su carisma la convirtieron en una leyenda viva, y su nombre ha alcanzado niveles míticos. La historia cuenta que desde niña estuvo ligada a la cultura popular, y su presencia en las fiestas patronales de principios del siglo XX era un acontecimiento esperado por muchos. Su fama como bailadora de fandango era tal que se la considera la mejor de todos los tiempos en la región. Además de su arte, también es reconocida por su compromiso social. Trabajó como empleada doméstica y estuvo vinculada con figuras importantes del movimiento sindical y feminista en Montería, como Vicente Ádamo y Juana Julia Guzmán. Esta faceta de su vida refleja una sensibilidad y una conciencia sobre los problemas sociales de su tiempo, lo que añade profundidad a su legado.

La melodía que lleva su nombre, "María Varilla", compuesta por Primo Alberto Paternina Olivero, es un porro que ella misma eligió para bailar y que se ha convertido en un símbolo musical de la región. La canción y su danza son una expresión de la identidad cultural del Sinú y han contribuido a perpetuar la memoria de María Varilla como un ícono del folclor local. Su vida personal también es parte de su leyenda. Se cuenta que cambió su apellido Tapias por Barilla, adoptando el apellido de su compañero, porque era "más alegre y sonoro". Aunque su relación con él fue breve, el apellido Barilla quedó asociado a su imagen artística y popular. Posteriormente, tuvo un hijo con Antonio Fuentes, un machetero de Cereté, lo que demuestra que su vida estuvo llena de historias tan vibrantes como los bailes que protagonizaba. No solo fue una bailarina extraordinaria, sino también una mujer con una historia personal rica y compleja, que refleja las tradiciones y los cambios sociales de su época. Su legado sigue vivo en la música, la danza y la memoria colectiva de la región del Sinú, y su historia sigue inspirando a generaciones en Colombia y más allá. Su figura trasciende el tiempo, convirtiéndose en un símbolo perdurable de la cultura Caribe y un testimonio del espíritu resiliente y alegre de su gente.

La canción "María Varilla" es un porro palitiao, un género musical tradicional de la región Caribe de Colombia, especialmente del departamento de Córdoba. Este ritmo alegre y contagioso se caracteriza por su estructura rítmica compleja y su capacidad para invitar al baile. La melodía de "María Varilla" es representativa del folclor de la región y rinde homenaje a la legendaria bailarina del mismo nombre, conocida por su maestría en el baile del fandango y el porro. La canción fue compuesta por Primo Alberto Paternina Olivero y se ha convertido en un símbolo musical de la región, celebrando la identidad cultural del Sinú y perpetuando la memoria de María Varilla como un ícono del folclor local. El porro como género musical se distingue por su energía y su ritmo marcado por tambores, clarinetes, trompetas y otros instrumentos de viento. "María Varilla" no es una excepción, con su ritmo vibrante que captura la esencia del Caribe colombiano. La canción comienza con una introducción instrumental que establece el tono festivo, seguida de una sección donde la melodía principal es interpretada por los instrumentos de viento, creando una atmósfera que invita a la celebración y al movimiento. La percusión proporciona un fondo rítmico constante que es fundamental para el porro, mientras que los instrumentos de viento añaden color y textura a la pieza. La letra de la canción "María Varilla" es igualmente significativa, ya que cuenta la historia de la bailarina y su impacto en la cultura local. A través de sus versos, se narra cómo María Varilla cautivaba a todos con su baile y cómo su nombre se convirtió en sinónimo de alegría y fiesta en la región. La canción es un tributo a su talento y a su contribución al folclor, y es comúnmente interpretada en festivales y celebraciones, manteniendo viva la tradición y el espíritu de la danza y la música del Caribe colombiano. Para experimentar cómo suena "María Varilla", se puede buscar interpretaciones de bandas locales que mantienen la tradición del porro vivo. Las versiones modernas de la canción pueden variar en arreglo e instrumentación, pero todas buscan capturar la energía y el espíritu que María Varilla encarnaba. Escuchar "María Varilla" es sumergirse en un mundo de ritmo y color, donde la música actúa como un puente entre el pasado y el presente, celebrando la rica herencia cultural de Colombia.

El siglo XIX vio a Córdoba como una región geoeconómica importante, con una economía basada en la ganadería  y una agricultura emergente. No fue hasta 1951 que Córdoba se estableció como departamento, en honor al general José María Córdoba, un héroe de la independencia de Colombia. Este cambio fue un paso significativo en la afirmación de la identidad regional y el desarrollo autónomo del departamento.

Hoy, Córdoba es conocido por su diversidad cultural, su vibrante economía y su contribución a la historia y la cultura colombiana. Desde sus raíces indígenas hasta su papel en la independencia  y su desarrollo moderno, Córdoba representa un capítulo fascinante en la narrativa nacional de Colombia.

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