Bogotá.

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Cauca

 

La historia del departamento del Cauca en Colombia es rica y diversa, reflejando la complejidad de su geografía y la profundidad de sus raíces culturales. Antes de la llegada de los colonizadores españoles, el territorio estaba habitado por una variedad de tribus indígenas, incluyendo los páez, guambianos, aviramas, totoroes, polindaras, paniquitaes, coconucos, patías, bojoles, chapanchicas, sindaguas, timbas, jamundíes y cholos. Estas comunidades tenían sus propias estructuras sociales y políticas, y una relación profunda con la tierra que habitaban. Con la llegada de Sebastián de Belalcázar en 1536, comenzó un periodo de cambio dramático, marcado por la fundación de la ciudad de Popayán y la expansión del dominio español, jugando un papel importante durante la época colonial, extendiéndose en su apogeo desde lo que hoy es Ecuador hasta regiones que ahora forman parte de otros departamentos colombianos. Durante la lucha por la independencia fue escenario de importantes batallas y eventos políticos, y en el siglo XIX  se convirtió en el Estado Soberano del Cauca, un ente territorial con considerable autonomía dentro de los Estados Unidos de Colombia. A lo largo de los años, el departamento ha experimentado numerosas transformaciones políticas y administrativas, reflejando los cambios en la nación colombiana en su conjunto. Hoy en día, es conocido por su diversidad cultural, su rica historia y su significativa contribución a la identidad colombiana. La capital, Popayán, es famosa por su arquitectura colonial y su Semana Santa, una de las celebraciones religiosas más antiguas y tradicionales del país. Además, el departamento alberga varios parques naturales y sitios de interés que atraen a visitantes de todo el mundo, deseosos de explorar su belleza natural y su patrimonio cultural.

El Cauca siendo también parte de la historia de Colombia está marcada por figuras emblemáticas cuyas rivalidades y alianzas han moldeado el curso de su desarrollo político y social. En el siglo XIX dos caudillos originarios de Popayán, José María Obando y Tomás Cipriano de Mosquera,  emergieron como figuras centrales en la política del Gran Cauca, una región de gran importancia  geográfica y estratégica. Su rivalidad comenzó en los tiempos de la disolución de la Gran Colombia, un periodo crítico en el que se definían las fronteras  y la identidad de la nación emergente. Obando y Mosquera, ambos militares con una ascendencia rápida en la jerarquía política, representaban facciones opuestas en el espectro político del país. Obando, inicialmente alineado con el vicepresidente Santander y más tarde con el partido santanderista, y Mosquera, quien se unió al partido bolivariano, encarnaron las tensiones entre los ideales federalistas y centralistas que caracterizaron la época.

La rivalidad entre Obando y Mosquera se intensificó tras el asesinato de Antonio José de Sucre en 1.830, un evento que sacudió la política nacional y cuyas repercusiones se sintieron durante décadas. Obando fue acusado por los bolivarianos de estar implicado en el crimen, aunque nunca se probó su culpabilidad. Este hecho marcó un punto de inflexión en la relación entre ambos líderes, ya que Mosquera intentó sin éxito sofocar la rebelión de Obando contra la dictadura de Bolívar en la batalla de La Ladera. La derrota de Mosquera en este enfrentamiento fue algo que, según los registros históricos, nunca perdonó.

A pesar de su rivalidad, la historia también registra momentos de reconciliación entre Obando y Mosquera, lo que demuestra la complejidad de las relaciones políticas de la época. Por ejemplo, Obando se reconcilió con Mosquera  y pudo regresar al Cauca, donde fue nombrado jefe de las milicias caucanas, un cargo de gran influencia en la región. Esta capacidad de pasar de adversarios a aliados, aunque temporalmente, refleja la dinámica cambiante de la política colombiana en el siglo XIX.

La influencia de estos dos líderes no se limitó al Cauca o a la política regional; tuvieron un impacto significativo en la política nacional. Obando sirvió como presidente de la República de Nueva Granada en dos ocasiones, y Mosquera fue un líder influyente que eventualmente se convirtió en presidente de la nación en cuatro ocasiones. Sus carreras políticas estuvieron llenas de controversias, luchas de poder y un profundo deseo de dirigir el destino del país en una dirección que consideraban correcta, según sus propios ideales y convicciones.

La historia de Obando y Mosquera es un testimonio de la turbulenta historia política de Colombia, donde las alianzas eran frágiles  y las rivalidades podían ser tanto personales como ideológicas. Sus vidas y legados continúan siendo estudiados por historiadores y siguen inspirando debates sobre liderazgo, poder y la construcción de la identidad nacional en Colombia.

El legado de José María Obando y Tomás Cipriano de Mosquera en la política colombiana es profundo y duradero, reflejando las complejidades de la formación de la nación y la lucha entre ideales federalistas y centralistas. Obando, con su carrera militar y política, dejó una huella como defensor de los ideales liberales y federalistas, y su presidencia marcó un hito en la consolidación de la República de Nueva Granada. Su implicación en el asesinato de Sucre, aunque nunca probada, y su eventual ascenso a la presidencia, ilustran la turbulencia política de la época y la capacidad de resiliencia y reinserción en el tejido político del país.

Por otro lado, Mosquera, cuya influencia se extendió a través de cuatro presidencias, es recordado por su visión progresista y su esfuerzo por modernizar el país. Su legado incluye la promoción de la educación, la infraestructura y la economía, así como la defensa de un gobierno central fuerte, capaz de unificar la nación bajo una visión común. La federación municipal y la elección popular de gobernadores durante su mandato fueron pasos significativos hacia la democratización y la modernización administrativa de Colombia.

Ambos líderes representaron las tensiones y dinámicas de una Colombia en formación, donde las luchas de poder y las ideologías políticas estaban en constante evolución. La rivalidad entre Obando y Mosquera, y sus respectivas facciones, fue un reflejo de la lucha más amplia entre federalistas y centralistas, que continuaría moldeando la política colombiana en los años venideros. Su capacidad para alternar entre la confrontación y la reconciliación demuestra la flexibilidad y pragmatismo necesarios en los líderes políticos de la época.

El legado de Obando y Mosquera se manifiesta en la persistencia de los debates sobre federalismo y centralismo, la importancia de la reconciliación política y la necesidad de liderazgo inclusivo y visionario. Sus vidas y carreras continúan inspirando a las generaciones actuales de colombianos y es un recordatorio de que las figuras del pasado siguen influyendo en el presente y futuro de la nación.

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