La Quinta de Bolívar

Pueblo que no conoce su historia, está obligado a repetirla



La Quinta de Bolívar

Tras el triunfo de la Batalla de Boyacá dirigida por Simón Bolívar,  Francisco de Paula Santander como vicepresidente de la Gran Colombia y don Tiburcio Echavarría, gobernador de Cundinamarca, adquieren la propiedad de lo que conocemos como "La Quinta de Bolívar" para ofrecerla al Libertador en agradecimiento por los servicios prestados a la causa de la independencia, y todo esto por la falta de una vivienda apropiada a su rango ya que según el decir de algunos viajeros de la época, la casa de gobierno o antiguo palacio de los virreyes adonde  se alojaba, era una casa modesta de escaleras bajas que no se correspondían a lo que se merecía como  Libertador y gobernante de Estado, y que dentro de todos los mensajes intercambiados entre Simón Bolívar y Santander la idea de instalarse y adecuarla para su uso personal como vivienda y descanso en aquella quinta, fueron el eje de lo que correspondía a un personaje como Bolívar. y mucho antes del enfrentamiento político  que sostendrían sobre la forma de gobierno que debería tener la nueva nación. 
Corría el año de 1.670 cuando el bachiller Pedro Solís de Valenzuela donó un globo de tierra de cien varas cuadradas castellanas a la Capellanía de La Ermita de Monserrate, y que dispuso de esta propiedad hasta el 29 de enero de 1.800 fecha en que el presbítero domiciliario José Torres, capellán, canónigo y con derechos propios, vendió dicha propiedad  por la suma de 150 pesos oro al comerciante José Antonio Portocarrero que a su vez era el contador principal de la renta de Tabaco de Santafé, a condición de no volverla a vender ni cambiar a otra capellanía o comunidad religiosa. La amistad de este último con el Virrey José Amar y Borbón y a la veneración y amor que profesaba a la Virreina doña Francisca Villanova, según parece fueron los motivos que lo hicieron adelantar la construcción de La Quinta ubicada en el sitio denominado de La Toma de la Aduana en la calle 21 con 3a y muy cerca de la ladera de Monserrate y el cerro de Guadalupe, luego de la llegada del Virrey en 1.803. Veneración que  quedaría registrada en el comedor con una alegoría de Cupido con la inscripción que decía: "Amar es mi delicia".  La residencia construida con todas las comodidades de la ápoca y destinada a ser una quinta campestre, inaugurada con una esplendida fiesta en el día del cumpleaños de  la Virreina, duraría muy poco tiempo con su esplendor debido a la muerte de su dueño el 1o. de enero de 1.810 , pues su hija Tadea Portocarrero de García del Castillo debido a que su marido militante del bando de los realistas en la guerra por la independencia, tampoco la pudiera disfrutar ante el exilio a que  fueron obligados y porque sus hijos menores tampoco lograron darle el mantenimiento apropiado; tanto así, que al finalizar las guerras de la independencia, la finca ya era pura ruina por su deterioro en 1.819 . 
Fue comprada por el gobierno de La Nueva Granada presidido por el vicepresidente Francisco de Paula Santander y regalada al Libertador el 16 de junio de 1.820 mediante la escritura publica firmada por el gobernador Tiburcio Echavarría por el valor de 2.500 pesos, quedando constancia de que tendría que mejorarse con los demás atavíos de muebles y respectivos arreglos de albañilería que la acondicionaran y la hicieran presentable y habitable para el nuevo propietario que la tuvo bajo su propiedad durante 10 años. En el entretanto el carteo entre Bolívar y Santander fue permanente debido a que la ocupó solo durante 423 días en total. En enero de 1.821 la ocupó por primera vez antes de partir para la campaña que dio la independencia de Venezuela con la batalla de Carabobo, y en octubre  hasta el 13 de diciembre  del mismo año antes de iniciar La Campaña Libertadora del Sur. En los años de su ausencia entre 1.821 y 1.826 un pariente suyo, Anacleto Clemente, la habitó y la dejó en mal estado en donde de nuevo el carteo entre ambos para que con los sueldos no recibidos por cuenta del erario, se adecuara nuevamente para que estuviera lista para habitarla cómodamente, con la ayuda de Juan M. Arrubla para que se sirviera de muebles prestados. A su llegada del Perú el 14 de noviembre de 1.826 la habitaría de forma esporádica hasta su partida definitiva el 1o. de junio de  1.830 y a tres días del asesinato del Mariscal Antonio José de  Sucre, quien iba en camino de Bogotá a su residencia de Quito luego de haber sido elegido su sucesor, y tras de varios intentos  conspirativos contra su vida provocados por el descontento político de sus contradictores por la firma del decreto del 27 de agosto de 1.828  con el cual instauraba su dictadura en respuesta a las intenciones de la desintegración de "La Gran Colombia" después  de la frustrada "Convención de Ocaña", la que finalmente sucedió e hizo parte también de los siguientes periodos de desestabilización de los países liberados por este, porque al fin y al cabo solo los había unido la lucha contra los conquistadores del imperio español.
La Quinta es pues, el testigo de las dificultades políticas del Libertador y de las decisiones que tomó cuando emprendió los proyectos de liberar a Venezuela lo mismo que del emprendimiento de su campaña en el sur que culminaría con la libertad de Ecuador y del alto Perú en Bolivia como la de su fracaso con el sueño que tenía sobre el futuro de un gran país, lo mismo que las fiestas y los encuentros con sus seguidores y amigos tras la llegada de Manuelita Sáenz en 1.828, "La libertadora del Libertador" como él mismo la llamó, Y quien  moriría el 23 de noviembre de 1.856 en Paita, Perú, después de ser expulsada y abandonar el país, rumbo a Jamaica en 1.834. 

En fin, la historia de La Quinta de Bolívar continúa con la donación que hizo Bolívar a su amigo  José Ignacio Paris en agradecimiento a los servicios de la independencia y lealtad con El Libertador, en vista de que su hija Manuela París a quien realmente regaló no podía firmar la escritura por ser menor de edad. Esta finalmente la tuvo bajo su propiedad hasta el 5 de noviembre de 1.870 cuando finalmente la vendió al acaudalado bogotano Diego Uribe. Después de tener varios propietarios y ser local de un Colegio llamado Santa Ana, casa de salud, fábrica de Pita - bebida similar a la cerveza - y de tenería o taller de curtir pieles, terminarían por destruir parte de su arquitectura original, hasta que finalmente en 1.918 la Academia de Historia y la Sociedad de Embellecimiento, hoy Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, adquiriera el inmueble y convirtiera en un museo bolivariano, que fue restaurado con el tiempo de acuerdo a como lo fue en la época de Bolívar, y que hoy conocemos como Museo Casa Quinta de Bolívar.

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