La Bogotá que conocí 4.


Pueblo que no conoce su historia está obligado a repetirla.





A pesar de ser Bogotá una ciudad cosmopolita y con todos los problemas de seguridad que ahora se le achacan mas la pandemia del Covid 19 hay que reconocer que tiene sus virtudes porque los que convivimos en los años 70 del siglo pasado añoramos sus grandes salas de cine donde se podía disfrutar del VII Arte o en la Cinemateca donde nos dábamos cita los aficionados de las buenas películas que nos enseñaban a disfrutar de la vida a una generación que discurría entre el modernismo y lo que los autores

de academia que nos entusiasmaban con sus novelas sobre el postmodernismo, cuando se hablaba de que la influencia de García Márquez con el surrealismo afectó con el boom literario a otros autores que se opacaron durante mucho tiempo debido a esto, en tertulias patrocinadas por la Luis Ángel Arango o la Biblioteca Nacional cuando todavía no habían sido reformadas, en que todavía la televisora Nacional lindaba casi que con peligro por un incendio por el tesoro de los libros que esta conserva, o como se fue gestando construyendo y reformando la actual Biblioteca que cedió a las viejas casas que la contenían y adonde escritores y músicos nos deleitaron muchas veces entre los sueños de una ciudad que por ser de todos ni los mismos bogotanos se enorgullecían por vivir en una ciudad como esta que todos los días cambia y se transforma adonde se aprendía del buen cine, o de literatura, o de los secretos de la música clásica, o cono surgió la Casa de la Poesía Silva adonde de los que pasaron a dar sus conferencias sobre este escritor que decidió morirse joven por las deudas que lo agobiaban, entre ellos el expresidente Alfonso López Michelsen adonde tras nuestras lectura supimos parte de los secretos sobre su muerte o de la misma poetisa que la impulsó María Mercedes Carranza que también hizo lo mismo. Una ciudad que tras su crecimiento todavía se puede sentir ese viejo aliento bogotano en La Candelaria que con su forma de ser no concordaba con ese viejo hablado rolo de las gentes del pueblo que habitaban en Las Cruces o en el barrio Egipto adonde se recreaba la Semana Santa a lo vivo, y que se confunde con otros acentos del altiplano cundiboyacense y el del Bogotano sin acentuación, una característica muy particular de las grandes ciudades cuyos conglomerados poblacionales son de diferentes partes del país y que con el discurrir del tiempo a todo mundo se le pega dicho acento. O porqué no la exquisitez de sus platos y costumbres en que el ajiaco y el chocalate santafereño tanta resonancia le han dado entre los platos típicos que le han dado fama a una ciudad que dentro de la publicidad que se hace acerca de ella, la de una de las mas más cercas del firmamento. Haría mucho que comentar sobre sus universidades y lo museos con que cuenta entre estos Museo de Oro o el Museo Colonial y el de Santa Clara o aquel que esta en frente de la Biblioteca donde se encuentran lo aparatos con que se estampaban los billetes, y tantos otros que en la década de los 70 todas estas reformas y cambios se hicieron. La subida al Cerro de Monserrate que algunas veces deja vislumbrar los nevados del Tolima o del Ruiz a cuyo trecho se puede ascender a pie por Funicular o Teleférico   de las tres formas que existen pasando por la Quinta de Bolívar o la Media Torta, o la visita obligatoria al cerro de Guadalupe y con ir a la Catedral de Sal de Zipaquirá o la visitas a las Iglesias Museos de la que hizo gala desde antes de la Independencia y aunque no compartamos con la colonización española hay que conocer las diferentes fases de la construcción de La Catedral y saber adonde están los restos de Gonzalo Jiménes de Quesada, y si puede conocer de paso El Capitolio con toda su historia durante el tiempo en que fue construida. Esa es la Bogotá que en parte deberíamos conocer incluyendo muchos otros museos que han influido en esta ciudad y en Colombia como en el mundo.

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