Bogotá.

Cerros tutelares de Bogotá

Pueblo que no conoce su historia, está obligado a repetirla. Más conocidos como los cerros tutelares de Bogotá que se encuentran en la parte oriental de la ciudad, son parte de la historia de la ciudad capital desde la llegada de Gonzálo Jiménez de Quesada y mucho antes de la llegada de estos, tanto así que según las tradiciones indígenas, aún no discernimos bien si el cerro  del Abuelo, hoy Monserrate; y "El pie de la Abuela" que conocemos como "El cerro de Guadalupe" y de los cuales la cultura Muisca en esos sincretismos culturales no olvidaría sus costumbres ancestrales de adorar a sus dioses dentro de las mismas montañas, o en lo alto de ellas, por los caminos que los llevaban a sus lugares sagrados, y que los españoles harían también lo mismo con la celebración de las Semanas Santas entre los años de 1.620 a 1.630 a hacerlos en la parte baja de lo que era la falda de las Nieves como se le llamaba en esos tiempos al cerro de Monserrate, y 20 o más años...

Recuerdos de Bogotá 2.

 

Bogotá me recuerda a la ciudad que luego de Ibagué y Caracas es la que más he vivido y que me dejó gratos recuerdos, así como también grandes frustracione; y aún así ha sido como la de donde escribo, una ciudad muy especial a pesar de que se hable de los grandes peligros que conlleva el vivir allí, y que confieso no los sentí tanto, sino por la situación calamitosa y de desarraigo que he sentido en lo personal, y que pudo suceder en cualquier otra población, y todo por una serie dc conspiraciones y de problemas en donde se cuecen hostilidades de policía. Una ciudad como cualquier otra de Colombia o de un pueblo, pero que la gente busca por su historia y tradición a diferencia de otras grandes capitales del mundo que está en el interior, y no en la costa de nuestros dos mares que limitamos. Si. Estaba muy niño cuando la conocí en medio de unos trámites que no entendí con mi papá y la enfermera que me ayudó a llegar a este mundo, en unas oficinas de un segundo piso que existían por la avenida Jiménez llegando a la Décima, y que después seguiría yendo de visita cada año en época de vacaciones cuando iba a visitar una tía hermana de mi papá. Y Bogotá era desconocida y atractiva. Las calles del centro tan inconfundibles como sucede en las grandes urbes llenas de gentes en un ir venir, tanto así que en la décima se hacían los limosneros a pedir lo suyo en sus sitios que parecían de ellos porque se sabía quién se hacía allí o allá, los lugares públicos que hoy son famosos de las mujeres que se hacían a lado y lado de la calle en espera de algún transeúnte despistado, o que iba a propósito a buscarlas, los billares que exitían y algunos todavía están ahí mismo donde los conocí, como el Partenón en la Cra.13 con Jiménez, y mucho antes de que se levantara el edificio Lara, las calles antiguas donde funcionó después La Panamercana en su intento por tomarse el punto que todavía existe de la fábrica de Empanadas que hay en toda la ezquina de la diez con 13, los teatros de cine que como el Faenza, el Ponce, el Lux y unos años después el teatro México sin contar con uno que quedaba adonde hoy está Cocorico por la Caracas con 12, y cuando se tomaba como sitio fundamental en donde funciona el Sanandresito al lado de aquel hospital famoso San José, la plazoleta del Parque España y todo lo que constituye hoy un amplió comercio al lado de los sectores antiguos de San Victorino, y las calles famosas de La Candelaria en donde pululaban y abundan estudiantes e intelectuales, y gentes de todos los pelambres por esas calles en donde está el Santa Bárbara, y tantas otras que nos dejan la nostalgia de vivir en una ciudad que parecía no tener rostro sólo por los cachacos de antaño que por su educación y forma de saludar nos dejaban lelos por la finura de su hablado, y los compañeros de universidad a donde se iba más que a eso, al entorno de las amistades y el saboreo de las noches en cafetines populares que hoy han desaparecido con el tiempo, y que solo quedan los recuerdos como el de la calle 10 entre la Diez y la Caracas adonde un congleomerado de gentes pasaban por allí con frecuencia por los negocios que habían y porque en aquellos sectores aledaños estaban los paraderos de los buses intermunicipales en los que podíamos ir a cualquier parte del país, y las bibiotecas famosas de La Luis Angel Arango en pleno centro y con limites de lo que es La Candelaria y La Nacioanal al norte por la 23 o 24 con 7a. en donde aprendimos tantas cosas con los conciertos y las tertulias que nos permitían estar al día de los acontecimienos culturales, o de los teatros como después sería el de la Media Torta cuando íbamos a Monserrate en unos domingos acogedores en los que discurríamos  después al planetario, o la Cinemateca Distrital, que frecuentamos muchos años al lado del teatro Colombia cuando allí dejó de funcionar el café Colombia, y tantas otras cosas que quizá algunos ellos solamente quedan en los recuerdos, lo mismo que las plazas de mercado que tienen fama en pleno centro como la de Paloquemado, o la de la calle 19 tan antigua como la misma ciudad, y donde se consigue todas las yerbas naturales que se usan en el comercio del país, y que funciona todo el día y noche los fines de semana, y muy cerca de donde se distribuye el pescado mayorista desde mucho antes que existiera Corabastos que se extendio también al norte Bogotá, y muy cerca de ese otro emporio de comercio como lo es Usaquén y sus alrededores, así también San Cristóbal norte que se creció tal como sucedió con Suba en donde existen poblaciones de alta vulnaribilidad, o como en el sur en que las barriadas de antes son irreconocibles, pero que como población aflora por ser una de las ciudades más cosmopolitas de América Latina y del mundo.


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