Tal vez el mejor ejemplo de lo que contiene este museo de la historia de la orfebrería de las culturas indígenas es "La Balsa de Guatavita" que junto con el rumor de los mismos indígenas que con el tiempo crearon lo que se conoció acerca de "La Leyenda del Dorado" y que motivaron a los conquistadores a ir tras su búsqueda, entre ellos el licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar, y Nicolas de Federman, con expediciones a los llanos orientales como lo hizo el mismo Quesada, quienes tenían el conocimiento del cacique que se bañaba en una laguna cubierto de oro, y que a más de uno obnubiló por la ambición, entre ellos fue a Sebastián de Belalcazar, quien parece haber sido el primero que supo de esta noticia tras la conquista de Ecuador, luego que creyendo que en Cuzco había más oro, se encontró con que no era tan cierto, y así supo que en una región más al norte, llamada Cundinamarca los reyes se bañaban en polvo de oro en las aguas de una laguna que era la "Laguna de Guatavita" y que con esta leyenda luego de la colonia, la cultura de la Guaquería subsistiría de manera rapaz hasta 1.941 sobre los tesoros indígenas, pues el estado comenzó a regular dicha practica mediante leyes sobre este tipo de labor para impedir el saqueo de particulares que fundieron y vendieron a mejores postores, joyas preciadas por su valor no solo de riqueza si no cultural, que sería la fuente de otros sueños más allá del tiempo que transcurrió la Conquista, la Colonia, la Independencia, los Estados Unidos de Colombia, y luego la República de Colombia, hasta la fecha anteriormente dicha, y tras algunos cambios legales, motivados el despojo cultural de nuestros ancestros y también por el regalo que hizo el gobierno de Carlos Holguín a la reina María Cristina de España del Tesoro Quimbaya.
La idea de este museo surgiría con la compra que haría el Banco de la República el 22 de diciembre de 1.939 del famoso Poporo Quimbaya que es en realidad una de las muchas piezas de orfebrería de la cultura del mismo nombre que tiene la forma de un calabaza -cucúrbita- originaria de América, con una base de filigrana fundida con espirales, una trenza en el inicio de su cuello, y un adorno encima de este con cuatro esferas, y cuyos frutos originales de los totumos se asocian en algunos grupos indígenas actuales como símbolos de la mujer, la fertilidad y la vida; y que era uno de los recipientes que los indígenas usaron para almacenar cal que se utilizaba en la masticación ritual de las hojas de coca, fuera de otras que representaban figuras humanas o de animales, pieza probablemente encontrada en la mitad del siglo XIX cerca de Yarumal, Antioquia, en la loma de Pajarito, en una especie de templo subterráneo que fue así como lo describió el geógrafo Agustín Codazzi en 1.854, que fue comprada a Doña Magdalena Amador de Maldonado, dama bogotana, hija de un acaudalado antioqueño que tenía la explotación de una mina de oro que se llamaba "Las minas del Zancudo" adonde los mineros lo encontraron en una tumba de "Los Quimbaya" en un sarcófago de más de 2.000 años de antiguedad, y cuyo dueño lo tuvo en la sala de su casa como adorno durante muchos años hasta que llegó el comentario de dicha joya histórica a los oídos del Ministerio de Educación de ese entonces, siendo comprada por $3.000 de la época para evitar perder ese legado histórico. Alhaja fundida en dos partes bajo la técnica de la cera perdida. Así comenzaría el Banco de la República con la creación del Museo del oro como institución encargada de la adquisición, conservación, y exposición de piezas de orfebrería, y alfarería de las culturas indígenas provenientes del periodo precolombino con más 30.000 piezas en oro, y 20.000 objetos líticos, cerámicos, piedras y textiles, de las culturas Quimbaya, Tayrona, Calima, Muisca, Zenú, Tolima entre otros que son los que tiene aproximadamente al día.
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